jueves, 7 de julio de 2016

Río de Janeiro (día 9)

¡Buenos días Brasil!, un nueva jornada amanecía y las vacaciones se iban acabando. ¡Debía aprovechar los dos últimos días!. Tras desayunar vino a buscarme una furgoneta con el guía y dos chicos norteamericanos de más o menos mi edad. El guía, con el que enseguida hice buenas migas resultaba ser de San Sebastián y vivía en Rio de Janeiro desde hacía casi diez años.
Nuestra primera visita en la ciudad fue el Pan de Azúcar. Desde la estación principal del teleférico, situado frente a la Praia Vermelha, los pasajeros ascienden hasta el pico situado a 395 metros sobre el nivel del mar. Varios puntos panorámicos ofrecen vistas a la bahía, el centro de la ciudad, Copacabana...¡precioso!.
Los más afortunados como nosotros pueden ver loros, monos y mariposas revoloteando entre los árboles que asoman a ambos lados de los senderos. El lugar realmente es un punto de naturaleza virgen en medio de una ciudad de más de diez millones de habitantes.
De nuevo en la furgoneta nos dispusimos a ir al centro de la ciudad. Dejando atrás el barrio de Flamengo dimos con la gran mole de la Catedral Metropolitana, un cono truncado con diseño futurista basado en las pirámides mayas rodeado de algunos rascacielos sede de algunas de las empresas más importantes del país. El interior no tiene desperdicio, unas preciosas y luminosas vidrieras polícromas conviven y resaltan con el pesado hormigón.
Adentrándonos en el bohemio barrio de Lapa y divisando los famosos Arcos de Lapa, un antiguo acueducto por el que hoy circulan tranvías visitamos la Escadaria Selarón.
El artista chileno Jorge Selarón transformó la escalera que sube desde Lapa a Santa Teresa en una peculiar obra de arte. Cubrió cada uno de los 250 peldaños de azulejos reciclados de diferentes temas, creando un mosaico de color sin igual en la ciudad. ¡Curioso!.
La visita panorámica de la ciudad junto al guía había terminado y yo aproveché para proponerle, siempre que él pudiera, hacerme de guía en una visita privada para el día siguiente. Él aceptó y intercambiamos los números de teléfono para quedar a una hora. ¡No os podéis imaginar lo que tenía planeado!. Ya solo ante la capital carioca decidí caminar dirección Praia do Botafogo, en el homónimo barrio. Se trata de una de las más famosas playas de Rio de Janeiro y desde ella se tiene una fantástica vista del Pan de Azúcar.
Después de almorzar, descansar un rato y hablar con mi gente caminé por el paseo de la playa de Ipanema. He de decir que el tiempo no acompañaba, el cielo casi siempre cubierto amenazaba seriamente con lluvia y el viento era realmente fuerte. El paseo estaba prácticamente vacío y no exagero si digo que me crucé con un máximo de diez personas en todo el recorrido. ¿Dónde se mete la gente de Rio cuando hace malo?, pensé.
Antes de la cena decidí hacer una parada en uno de los muchos chirinquitos de Copacabana y probar las famosas caipirinhas. Aunque un poco cargada para mi gusto estaba rica y, el estar bebiéndola frente a la playa, pensando y repasando todo lo que había vivido aquellos días fue toda una experiencia, ¿me pones otro por favor?, obrigado. ¡Ésto es vida!.
Tras comprar la cena en un restaurante de comida rápida y llevarla al hotel cené viendo el último capitulo de "En tu casa o en la mía" de Bertín Osborne, sí, eso vi.
Cansado, decidí cerrar los ojos; debía descansar para aprovechar al máximo mi último día en Río de Janeiro. ¡Hasta mañana!.

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