jueves, 7 de julio de 2016

El Calafate (día 4)

El despertador sonó y a las 06:30 ya estaba bajo el chorro de agua caliente de la ducha. Me vestí y salí a desayunar al pequeño comedor del hotel, el cual estaba totalmente vacío e incluso con las luces apagadas. Era temporada baja, ¡invierno!, no había visto demasiados turistas tanto en Buenos Aires como en El Calafate hasta ese momento.
Aún de noche, la furgoneta pasó a buscarme a mí y a un grupo de cinco o seis personas más de diferentes hoteles para ponernos enseguida rumbo al oeste.
Tras un trayecto de unos cuarenta minutos, dejando atrás las llanuras primero e internándonos cada vez más en paisajes montañosos entramos en el Parque Nacional de Los Glaciares.
La furgoneta se detuvo en un pequeño aparcamiento y un cartel en el que se podía leer "Mirador de Los Suspiros" captó enseguida nuestra atención. Allí lo tenía, delante mío, aún lejos pero lo suficientemente cerca como para cautivarte, el Glaciar Perito Moreno.
Con las manos congeladas nos ofrecieron allí mismo un café bien caliente que supo a gloria. De nuevo en la furgoneta pusimos rumbo al embarcadero en el cuál montaríamos en un barco para contemplar de cerca la grandiosa plataforma del glaciar. ¡Allí si que hacía frío!.
Una vez embarcados la tripulación nos mostró las indicaciones en caso de emergencia y no tardamos en ponernos en marcha a través del Lago Argentino, el mayor y el más austral de los lagos patagónicos.

El barco iba acercándose más y más, rodeados de icebergs, témpanos...de repente ahí aparecía, una inmensa pared de hielo de 60 metros de altura. ¡Increíble!, te dejaba helado, ¡nunca mejor dicho!, sin palabras. Una preciosidad.
Seguramente sea la visita natural que más me ha impactado. Los paisajes...el contraste entre el blanco del hielo y el verde de los bosques es simplemente espectacular.
Ya de vuelta en el embarcadero pusimos rumbo a las pasarelas desde las cuales se tiene una vista privilegiada del conjunto del glaciar. Allí aprovechamos también a almorzar y, aseguro que comer delante de ésta maravilla es algo realmente único. ¡Aunque fuera un simple bocadillo!.
Uno de los mayores espectáculos a los que puedes asistir en el Parque Nacional de los Glaciares es ver un desquebrajamiento del hielo debido al deshielo del glaciar. Bueno, pues yo tuve la suerte de vivir uno en directo. Recordad que son más o menos 60 metros de altura y os haréis una idea del sonido que hace al caer. ¡IMPRESIONANTE!.
Podías elegir dos caminos de vuelta al punto de encuentro con la furgoneta, el largo o el corto. Yo por supuesto elegí el largo. Un camino de subidas, bajadas y curvas a través de las pasarelas. Un paseo precioso rodeado de uno de los paisajes más bonitos que he visto en mi vida.

Una vez acabado el trayecto subí en la furgoneta para poner rumbo al hotel. ¡Qué pasada!, una de esas visitas de las que piensas que merece la pena todo el viaje sólo por haber visto eso. Jamás lo olvidaré, ¡realmente impactante!.
A la llegada me pegué una ducha necesariamente calentita y hablé con familia, novia y amigos acerca de lo maravilloso de aquel día antes de cenar y descansar.
¡Lo mejor de todo es que el día siguiente no se quedaría atrás!, estaba empezando a disfrutar de verdad.

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