sábado, 5 de diciembre de 2015

Gante y Brujas (día 3)

En mi último día en Bélgica tenía una idea un tanto loca y difícil (creo) de llevar acabo; conseguir ver Gante y Brujas en un sólo día y antes de que anocheciera. Como de costumbre eso implica pegarse un buen madrugón. Después de desayunar me dirigí a la estación de Bruxelles-Nord y compré un pase para Gante situada a 53 kilómetros de Bruselas.
El tren salió con retraso pero me sorprendió la rapidez con la que llegué a la estacion de Gante-Sint Pieters. Como ésta ciudad seguía siendo bastante grande y no disponía de todo el tiempo que me gustaría decidí coger un taxi que me llevara al centro. En cinco minutos estaba paseando junto a Gravensteen, una fortaleza enorme situada en pleno centro histórico de la ciudad. ¡Precioso!.
Gante es la típica ciudad que me gusta, sin grandes monumentos pero el conjunto de su arquitectura y calles te maravilla a cada paso. Como esa panorámica a un lado del Río Lys en el cual puedes disfrutar de esa bella hilera de edificios cuyas fachadas se encuentran intactas ante el paso de los años. ¡De cuento!.
Graslei y Korenlei, las calles que discurren a través de los antigüos muelles situados en los extremos del canal del viejo puerto medieval de Gante es una de las estampas más bonitas que he visto nunca, te translada a otra época, es espectacular. Caminando hacia el Pont Saint-Michel tenías una vista privilegiada sobre la Iglesia de Saint-Michel de Gand, una de las más famosas de la ciudad.
Ya en lo alto del puente te esperaba otro regalo para los ojos, una panorámica perfecta en el cual aparecen gran parte de los edificios más emblemáticos de la urbe. ¡Una ciudad que no deja de sorprenderte allá por donde pasas!.
Todas se divisaban desde allí, la Iglesia de Saint-Nicholas, la Catedral de Saint Bavo y el Beffroi que con 91 metros de altura es uno de los campanarios más altos del mundo. ¡Gante me enamoró!.
Con mucha pena y encantado por todo lo que me rodeaba llamé a un taxi para que me trasladara de vuelta a la estación de tren. ¿Siguiente parada?, ni más ni menos que Brujas, "La Venecia del Norte". En una media hora ya estaba saliendo del vagón en dirección a la ciudad. Como iba bien de tiempo decidí ir andando hasta el centro; una enorme plaza indicaba la entrada al casco histórico, el cual tenía muy buena pinta.
Enseguida una calle repleta de turistas me llevó directo al Grote Markt, la plaza principal de Brujas la cual está llena de carruajes, restaurantes y mercadillos. En uno de los extremos de la plaza se erige la imponente torre Belfort, el campanario que domina el panorama de la ciudad.
Al igual que Gante, Brujas es un museo al aire libre. Sin rumbo alguno, sin mapa turístico que te guíe vas encontrándote auténticas joyas entre sus calles y canales. Preciosos rincones que son dignos de fotografiar y sentir como parte de la magia de esta ciudad.
Más adelante di con una coqueta plaza, la Plaza de los Curtidores, un pequeño remanso de paz en medio de la turística ciudad. Mismo ritual de siempre; coloco el trípode con el objetivo de mi cámara bien enfocado y...¡PUM!. Una repentina ráfaga de viento me tiró el trípode y la cámara al suelo. No había parecido un gran golpe pero al parecer fue lo suficientemente inoportuno como para haberme roto el botón del temporizador. -¿Justo se tenía que romper ese? pensé. No podría echarme fotos solo, tendría que pedirle a la gente que me las sacara, cosa que odio. En fin...demasiados viajes me había durado.
Cruzando la estrecha salida de la plaza te encontrabas con el sitio más famoso y fotografiado de Brujas. ¡Y yo sin el temporizador de la cámara!. Coloqué el trípode y pedí a una turista japonesa que me diese al botón. No podía quedarme sin esa foto tan famosa. ¡Quedó preciosa!.
Quedé muy satisfecho de mis dos visitas del día pese a saber que habían sido demasiado rápidas y que me había dejado cosas por conocer en el camino, ¡eso seguro!. De vuelta a Bruselas y ya comido volví a tomarme una cerveza por el centro de la ciudad. Sintiendo que había conocido un país precioso y del que estaba completamente seguro de que volvería para profundizar en él, después de todo es un destino cercano y económicamente muy asequible. Tocaba pensar en el siguiente viaje que, afortunadamente no tardaría mucho en llegar. ¡Menuda enfermedad!.

Bruselas (día 2)

06:30 a.m., a ritmo de Billie Jean mi móvil me recordaba que era la hora de levantarse y visitar la ciudad. Tras una reconfortante ducha y un energético desayuno en la cafetería del hotel me dirigí a la parada de metro más cercana dirección Heysel, uno de los pulmones verdes de Bruselas en el cual se encuentra el famoso Atomium, símbolo de la ciudad.
Se trata de una estructura de 102 metros de altura construida con motivo de la EXPO de Bruselas de 1958. Representa un cristal de hierro ampliado 165 mil millones de veces y está formado por nueve esferas de acero. No sé si por la lluvia, por lo pronto que era o por las dos cosas pero la zona estaba completamente vacia lo que le daba un aire de abandono que, por supuesto no era el caso. Reconozco que es más grande de lo que imaginaba, todo un coloso. A un lado del famoso edificio emergía el gran Estadio Rey Balduino en el cual murieron 39 aficionados en los prolegómenos de la final de la Copa de Europa de 1985 en lo que es conocido como la "Tragedia de Heysel". Interesante.
De nuevo en el metro me dirigí al centro de la ciudad para, ahora sí, descubrirla a pie. Paseando observé que asomaba entre los demás edificios la torre del ayuntamiento situado en la Grand Place así que caminé hacia ella. 
Considerada una de las plazas más bellas del mundo y en mi caso la más bonita que he visto nunca, la Grand Place es mundialmente conocida por su riqueza ornamental en tonos dorados y su arquitectura principalmente gótica. Forma parte desde 1998 de la lista de Patrimonio de la Humanidad, título que creo es totalmente merecido. ¡Una preciosidad!. A continuación topé con las Galerías Saint Hubert, las primeras galerías comerciales de Europa. Dos soldados me miraban con curiosidad mientras colocaba el trípode y posaba para la foto. ¡Sospechaban de mí seguro!.
Paseando y paseando llegué a la Cathédrale Saint-Michel et Sainte-Gudule, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. La fachada me pareció bastante similar a Notre Dame de París ¿no creéis?. ¡Bastante bonita!.
A pocos metros de allí se sitúa el Mont des Arts, un barrio conocido por la gran cantidad de museos que posee y que tiene el privilegio de disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. Parada obligatoria por supuesto.
En lo alto de la colina, subiendo escalón a escalón dí con la gran Place Royale, un patio rectangular rodeado de edificios de oficinas reales. Entre todos destacan por su grandeza la Iglesia de Saint Jacques-sur-Coudenberg, antigua capilla ducal. Quedó muy dañada durante el incendio que destruyó el Palacio de Coudenberg y tuvo que ser demolida y reconstruida.
Dejando atrás la plaza y en medio de una calle muy señorial divisé la bonita Notre Dame du Sablon, una de las iglesias góticas más bellas de Bélgica. Situada junto a un bonito parque es, según mi criterio más bonita incluso que la catedral. Un tesoro no tan conocido.
No muy lejos de allí, frente al Parque de Bruselas se encuentra uno de los edificios más famosos de la capital belga, el Palais Royal, sede de la monarquía belga. En él se encuentran instaladas las oficinas de los reyes, algunos ministerios, salas de reuniones oficiales y habitaciones para los jefes de estado invitados. ¡Imponente!.
Al otro lado del parque, justo enfrente del Palais Royal se erige el Palais de la Nation, sede del parlamento y en el cual se toman las decisiones más relevantes en el día al día del país.
Mis pies empezaban a resentirse e iba introduciéndome a la vez poco a poco en el vigilado, protegido y pudiente barrio europeo, sede de muchas de las instituciones de la Unión Europea. Entre otras sedes destacan por su arquitectura y grandeza la Comisión Europea encargada de proponer la legislación y la aplicación de las decisiones.

Algo más apartado se sitúa el Parlamento Europeo en el cual se celebran algunas sesiones plenarias para los intereses de los más de 500 millones de ciudadanos que a día de hoy componen la Unión Europea. ¡Cuánto poder!.
Dejando atrás el barrio europeo divisé a lo lejos el Palacio del Cincuentenario con su característico arco del triunfo dominado por una cuadriga de bronce que recuerda a la puerta de Brandenburgo de Berlín. Este palacio fue construido para celebrar los cincuenta años del nacimiento de Bélgica como nación. ¡Muy icónico!.
Las visitas en Bruselas habían terminado y había realizado con éxito mi propósito de recorrerla antes de que anocheciera; de hecho lo vi todo en una mañana. ¡Menuda paliza!.
Después de una necesaria comida revitalizante y de una siesta que me supo a gloria pude relajarme un rato en un pub degustando otra sabrosa cerveza y planeando el día siguiente el cual tenía muy buena pinta. Además apuntaba a ser tan o más duro que éste. 
Bruselas me gustó y creo que merece tener más protagonismo en el panorama turístico. Es realmente bonita. ¡Dulces sueños!.

Bruselas (día 1)


Gobernantes, artistas, gastrónomos, estudiantes...gentes venidas de todo el mundo se dan cita en Bruselas. ¿Qué tiene la capital belga (y europea) que atrae a todo tipo de visitantes?

En mi próximo viaje, al disponer de pocos días libres para realizarlo necesitaba un destino cercano y que cumpliera mis expectativas. Enseguida pensé en Bélgica, un país pequeño y con varias opciones a un paso de distancia de la capital. Además añoraba mucho éste tipo de viaje, completamente a mi bola y visitando lo que quiero y cuando quiero. ¿Problema?, que la ciudad y el país se encontraba bajo alerta debido a los atentados del 13 de Noviembre de París, apenas unas semanas antes. ¿Y?, siempre ocurre algo allá donde voy, desgraciadamente para los lugareños y para mí no es nada nuevo.
En poco más de una hora y sin grandes problemas pese al viento y la lluvia el avión aterrizó en la capital belga. Ya en la terminal del Aeropuerto de Bruselas-National (BRU) caminé hacia el primer desnivel en el cuál se encontraba el tren que realizaba paradas en las principales estaciones de la ciudad. En Bruxelles-Nord en la cuál estaba mi hotel me encontré con la primera curiosidad; -¿me habré confundido de destino?, pensé. Ya bien entrada la noche, (anochecía a as 16:00) me encontré rodeado de decenas de locales donde una o varias señoritas se lucían cortas de ropa en los escaparates llenos de neones rojos. ¡Me daba vergüenza caminar en las aceras mientras aquellas chicas se me insinuaban!, bueno, a mí y a todo hombre que pasara por allí.
Mi hotel se encontraba en la Place Rogier, en pleno centro de negocios de la ciudad y un enorme cartel en lo alto de un rascacielos facilitó mi llegada al mismo.
Tras ponerme cómodo y dejar algunas cosas en la habitación me dispuse a dar un paseo. Me dirigí al centro al cual se accedía en linea recta a través de una calle peatonal flanqueada a ambos lados por tiendas de ropa de la talla de Zara, Chanel, Gucci y de coches militares y soldados armados con AK-47. ¡Con esta vigilancia es imposible que pase nada! me dije a mi mismo.
Caminando y caminando dí con el famoso Manneken Pis y justo enfrente un pub precioso y acojedor en el cual entraría para degustar la famosa cerveza belga. ¡Qué rica estaba!.
Más tarde, tras repetir un par de veces más en el pub y después de cenar me dirigí al hotel. Debía descansar ya que al día siguiente pretendía verme toda la ciudad antes de que anocheciera para poder sacar el máximo partido a las fotografías y eso implicaba madrugar, madrugar mucho. ¡Sarna con gusto no pica!. 
Una primera toma de contacto preciosa.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Aerolíneas



De bajo coste, privadas o aerolíneas de bandera. Con un servicio exquisito o sólo con el justo y necesario; con una flota de cientos de aviones grandes y pequeños o apenas de unas decenas. A lo largo de mis viajes he tenido la oportunidad de volar con varias compañias aéreas alrededor del mundo. Por suerte no tengo grandes quejas de ninguna de ellas, también es verdad que solo pido que me lleven y me traigan sano y salvo.

  1. Egypt Air (MS)
  2. Ryanair (FR)
  3. Iberia (IB)
  4. Air Europa (UX)
  5. Easy Jet (U2)
  6. Turkish Airlines (TK)
  7. Lufthansa (LH)
  8. AeroMexico (AM)
  9. Interjet (4O)
  10. Brussels Airlines (SN)
  11. Aerolíneas Argentinas (AR)
  12. TAM Líneas Aéreas (JJ)
  13. KLM Royal Dutch Airlines (KL)
  14. British Airways (BA)
  15. Cathay Pacific (CX)
  16. Jetstar (JQ)
  17. Wizz Air (W6)
  18. Royal Jordanian (RJ)
  19. Norwegian Air Shuttle (DY)
  20. Air Canada (AC)
  21. Air China (CA)
  22. Air Koryo (JS)
  23. Air Asiana (OZ)
  24. Eurowings (EW)
  25. Air Namibia (SW)

martes, 3 de noviembre de 2015

Mérida (día 7)

En mi último día de excursiones tocaba visitar la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, quizá la más famosa de todas junto a Teotihuacán. Después del desayuno subimos al autobús e inmediatamente nos pusimos en camino.
A medida que nos íbamos acercando a la zona de Cancún y Riviera Maya el nivel de vida de los lugareños iba subiendo y eso se notaba en detalles como el pavimento de las carreteras y las edificaciones. Nada que ver con la zona de Tabasco o Chiapas. Algo me decía que me iba a defraudar la excursión, después de todo es la zona más visitada por los turistas playeros que, por cercanía suelen visitar esta zona y por lo tanto, la más publicitada.
Las edificaciones que ahí perduran corresponden a la época del declive de la cultura maya, es decir, son las más cercanas a nuestros días. Aún así incluye autenticas joyas, como el Templo de Kukulkán, reconocida como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, una iniciativa privada sin el apoyo de la UNESCO, pero con reconocimiento de millones de votantes alrededor del mundo. Debo decir que sí, es preciosa y la parte reconstruida está genial pero, después de haber tenido la oportunidad de ver Teotihuacán o Palenque te deja un poco indiferente.
Un sendero lleno y repleto de tiendas de souvenirs (otra cosa que no me gustó) nos conducía al Cenote Sagrado, de 60 metros de diámetro y en el cuál se realizaban ofrendas a Chaac, el dios de las lluvias.
Acabada la excursión nos dirigimos a almorzar en una bonita hacienda llamada Selva Maya, la cual contaba con un cenote. Al principio me mostré reacio a bañarme en él pero sabia que si no lo hacía podría arrepentirme. Me puse el bañador y el obligatorio chaleco salvavidas y me metí en el agua. ¡Una experiencia inolvidable!.
Las visitas y actividades habían terminado y cada persona o pareja tenían contratado un hotel diferente en Cancún o la Riviera Maya respectivamente. Era el momento de las despedidas, uno a uno las personas con las que había compartido tantas cosas durante la última semana iban bajando del autobús en dirección a su complejo hotelero final, lugar de relax, fiesta o ambas cosas. 
Ya en tierra prometida (como solía llamarlo la guía), con la famosa pulsera "Todo Incluido" y tras una necesaria ducha empecé lo que serían dos días de alcohol, relajación y descanso en general. ¡Lo necesitaba!. Dos días en los que entre otras anécdotas una de las noches acabé bebiendo calimotxo con un hombre de Massachussets y una pareja de Arizona. ¡Lo pasé genial!, las tres noches acabé en la discoteca bailando. No hace falta añadir más.
Me encantó México, un viaje único e irrepetible. Estaba contento por haber conocido un país precioso, con muchas diferencias entre el centro y el sur, con una cultura milenaria y una historia interesantísima. Además como siempre, lo mejor fue que me llevé unas cuantas amistades. ¿Y ahora?.

San Francisco de Campeche (día 6)

Después de madrugar algo más de lo que pedía el cuerpo y desayunar, mi compañero Gustavo y yo nos dispusimos a visitar la ciudad. San Francisco de Campeche es una ciudad histórica famosa por ser una de las pocas ciudades amuralladas de América. 
Las fortificaciones de la ciudad constituyeron un importante escudo defensivo de la Nueva España contra los atentos piratas, siempre al acecho de los barcos españoles cargados de oro y reliquias. Cruzando la puerta principal accedías al casco histórico, de claro estilo colonial y muy bien conservado. Lleno de tiendas, restaurantes y bares. Es bonito.
Todas las calles contaban con estatuas o figuras artísticas de gran tamaño, cosa de la que se quejaban los lugareños pues impedía el correcto circulamiento de los automóviles de la ciudad. ¡Normal!.
Paseando por las pintorescas calles llegabas a la Plaza de la Constitución, centro de la ciudad, presidida por la Catedral de estilo barroco y neocásico. Poca gente a esas horas en las calles, ¡nada que ver el ambiente con el del día anterior!.
A la hora indicada por la guía nos subimos al autobús y pusimos rumbo a Mérida en el estado de Yucatán. De camino realizaríamos la visita de la Zona Arqueológica de Uxmal. Es uno de los importantes yacimientos arqueológicos de la cultura maya y sus edificaciones destacan por su tamaño y decoración.
En el centro del recinto destaca la Pirámide del Adivino de 35 metros de altura. Muy a mi pesar no podría admirar las fabulosas vistas que la atribuía desde lo alto al estar prohibida la subida a la cumbre. Justo detrás, un gran patio que albergaba numerosos aposentos y que además conservaba genial sus antigüas inscripciones.
Más tarde, caminando dimos con otra pirámide, estaba recubierta casi por completo de maleza y solo dejaba entrever la parte correspondiente a los escalones. ¡A esta si que pude subir!. Convertido en todo un experto en escalar pirámides mayas fui el primero en llegar a la cima de todos los valientes. ¡Las vistas eran mejores de lo que pensaba!. ¡Precioso!.
La visita había terminado, después del almuerzo y de unas compras en las tiendas de la salida nos dirigimos a Mérida, la capital del estado de Yucatán. Una ciudad más grande y bulliciosa que San Francisco de Campeche y del mismo estilo colonial. ¡Hora de descansar!.