sábado, 5 de diciembre de 2015

Bruselas (día 1)


Gobernantes, artistas, gastrónomos, estudiantes...gentes venidas de todo el mundo se dan cita en Bruselas. ¿Qué tiene la capital belga (y europea) que atrae a todo tipo de visitantes?

En mi próximo viaje, al disponer de pocos días libres para realizarlo necesitaba un destino cercano y que cumpliera mis expectativas. Enseguida pensé en Bélgica, un país pequeño y con varias opciones a un paso de distancia de la capital. Además añoraba mucho éste tipo de viaje, completamente a mi bola y visitando lo que quiero y cuando quiero. ¿Problema?, que la ciudad y el país se encontraba bajo alerta debido a los atentados del 13 de Noviembre de París, apenas unas semanas antes. ¿Y?, siempre ocurre algo allá donde voy, desgraciadamente para los lugareños y para mí no es nada nuevo.
En poco más de una hora y sin grandes problemas pese al viento y la lluvia el avión aterrizó en la capital belga. Ya en la terminal del Aeropuerto de Bruselas-National (BRU) caminé hacia el primer desnivel en el cuál se encontraba el tren que realizaba paradas en las principales estaciones de la ciudad. En Bruxelles-Nord en la cuál estaba mi hotel me encontré con la primera curiosidad; -¿me habré confundido de destino?, pensé. Ya bien entrada la noche, (anochecía a as 16:00) me encontré rodeado de decenas de locales donde una o varias señoritas se lucían cortas de ropa en los escaparates llenos de neones rojos. ¡Me daba vergüenza caminar en las aceras mientras aquellas chicas se me insinuaban!, bueno, a mí y a todo hombre que pasara por allí.
Mi hotel se encontraba en la Place Rogier, en pleno centro de negocios de la ciudad y un enorme cartel en lo alto de un rascacielos facilitó mi llegada al mismo.
Tras ponerme cómodo y dejar algunas cosas en la habitación me dispuse a dar un paseo. Me dirigí al centro al cual se accedía en linea recta a través de una calle peatonal flanqueada a ambos lados por tiendas de ropa de la talla de Zara, Chanel, Gucci y de coches militares y soldados armados con AK-47. ¡Con esta vigilancia es imposible que pase nada! me dije a mi mismo.
Caminando y caminando dí con el famoso Manneken Pis y justo enfrente un pub precioso y acojedor en el cual entraría para degustar la famosa cerveza belga. ¡Qué rica estaba!.
Más tarde, tras repetir un par de veces más en el pub y después de cenar me dirigí al hotel. Debía descansar ya que al día siguiente pretendía verme toda la ciudad antes de que anocheciera para poder sacar el máximo partido a las fotografías y eso implicaba madrugar, madrugar mucho. ¡Sarna con gusto no pica!. 
Una primera toma de contacto preciosa.

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