sábado, 5 de diciembre de 2015

Bruselas (día 2)

06:30 a.m., a ritmo de Billie Jean mi móvil me recordaba que era la hora de levantarse y visitar la ciudad. Tras una reconfortante ducha y un energético desayuno en la cafetería del hotel me dirigí a la parada de metro más cercana dirección Heysel, uno de los pulmones verdes de Bruselas en el cual se encuentra el famoso Atomium, símbolo de la ciudad.
Se trata de una estructura de 102 metros de altura construida con motivo de la EXPO de Bruselas de 1958. Representa un cristal de hierro ampliado 165 mil millones de veces y está formado por nueve esferas de acero. No sé si por la lluvia, por lo pronto que era o por las dos cosas pero la zona estaba completamente vacia lo que le daba un aire de abandono que, por supuesto no era el caso. Reconozco que es más grande de lo que imaginaba, todo un coloso. A un lado del famoso edificio emergía el gran Estadio Rey Balduino en el cual murieron 39 aficionados en los prolegómenos de la final de la Copa de Europa de 1985 en lo que es conocido como la "Tragedia de Heysel". Interesante.
De nuevo en el metro me dirigí al centro de la ciudad para, ahora sí, descubrirla a pie. Paseando observé que asomaba entre los demás edificios la torre del ayuntamiento situado en la Grand Place así que caminé hacia ella. 
Considerada una de las plazas más bellas del mundo y en mi caso la más bonita que he visto nunca, la Grand Place es mundialmente conocida por su riqueza ornamental en tonos dorados y su arquitectura principalmente gótica. Forma parte desde 1998 de la lista de Patrimonio de la Humanidad, título que creo es totalmente merecido. ¡Una preciosidad!. A continuación topé con las Galerías Saint Hubert, las primeras galerías comerciales de Europa. Dos soldados me miraban con curiosidad mientras colocaba el trípode y posaba para la foto. ¡Sospechaban de mí seguro!.
Paseando y paseando llegué a la Cathédrale Saint-Michel et Sainte-Gudule, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. La fachada me pareció bastante similar a Notre Dame de París ¿no creéis?. ¡Bastante bonita!.
A pocos metros de allí se sitúa el Mont des Arts, un barrio conocido por la gran cantidad de museos que posee y que tiene el privilegio de disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. Parada obligatoria por supuesto.
En lo alto de la colina, subiendo escalón a escalón dí con la gran Place Royale, un patio rectangular rodeado de edificios de oficinas reales. Entre todos destacan por su grandeza la Iglesia de Saint Jacques-sur-Coudenberg, antigua capilla ducal. Quedó muy dañada durante el incendio que destruyó el Palacio de Coudenberg y tuvo que ser demolida y reconstruida.
Dejando atrás la plaza y en medio de una calle muy señorial divisé la bonita Notre Dame du Sablon, una de las iglesias góticas más bellas de Bélgica. Situada junto a un bonito parque es, según mi criterio más bonita incluso que la catedral. Un tesoro no tan conocido.
No muy lejos de allí, frente al Parque de Bruselas se encuentra uno de los edificios más famosos de la capital belga, el Palais Royal, sede de la monarquía belga. En él se encuentran instaladas las oficinas de los reyes, algunos ministerios, salas de reuniones oficiales y habitaciones para los jefes de estado invitados. ¡Imponente!.
Al otro lado del parque, justo enfrente del Palais Royal se erige el Palais de la Nation, sede del parlamento y en el cual se toman las decisiones más relevantes en el día al día del país.
Mis pies empezaban a resentirse e iba introduciéndome a la vez poco a poco en el vigilado, protegido y pudiente barrio europeo, sede de muchas de las instituciones de la Unión Europea. Entre otras sedes destacan por su arquitectura y grandeza la Comisión Europea encargada de proponer la legislación y la aplicación de las decisiones.

Algo más apartado se sitúa el Parlamento Europeo en el cual se celebran algunas sesiones plenarias para los intereses de los más de 500 millones de ciudadanos que a día de hoy componen la Unión Europea. ¡Cuánto poder!.
Dejando atrás el barrio europeo divisé a lo lejos el Palacio del Cincuentenario con su característico arco del triunfo dominado por una cuadriga de bronce que recuerda a la puerta de Brandenburgo de Berlín. Este palacio fue construido para celebrar los cincuenta años del nacimiento de Bélgica como nación. ¡Muy icónico!.
Las visitas en Bruselas habían terminado y había realizado con éxito mi propósito de recorrerla antes de que anocheciera; de hecho lo vi todo en una mañana. ¡Menuda paliza!.
Después de una necesaria comida revitalizante y de una siesta que me supo a gloria pude relajarme un rato en un pub degustando otra sabrosa cerveza y planeando el día siguiente el cual tenía muy buena pinta. Además apuntaba a ser tan o más duro que éste. 
Bruselas me gustó y creo que merece tener más protagonismo en el panorama turístico. Es realmente bonita. ¡Dulces sueños!.

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