jueves, 7 de julio de 2016

Río de Janeiro (día 10)

El despertador sonó y me levanté con energía. Estaba contento, era mi último día de vacaciones, lo que quería decir que pronto volvía a casa, a ver a mi novia, familia y amigos lo que no es ningún drama cuando hasta ese momento has disfrutado de lo lindo.
Después de desayunar me dirigí a la calle, a una esquina cercana donde había quedado con el guía. Una vez juntos, andamos hacia una parada de autobús situada unas manzanas más allá. Ya dentro del mismo y tras una charla sobre las difíciles condiciones actuales del país arribamos a las inmediaciones de la Favela de Santa Marta, ¡mi visita sorpresa!.
Situada en pleno barrio de Botafogo, la de Santa Marta es una de las favelas por excelencia de la ciudad. A pesar de ello no es una de las más aptas para el turísmo, apenas un mes atrás hubo un asesinato entre sus calles y el guía dudó hasta el último instante si aceptar mi visita. Decidimos caminar y ascender a pie, entre los estrechos y sinuosos caminos construidos a improvisación. Las viviendas colgaban aveces de unas vigas poco fiables e incluso las aguas residuales de las mismas caían sobre tu cabeza; excrementos, basura y alguna que otra rata completaban la imagen del lugar.
Poco a poco la ciudad iba quedandose a nuestros pies dejando mostrar una bonita panorámica en la que el contraste económico de la misma era aún mayor; era realmente chocante.
¿Pero por qué mi insistencia en visitar ésta favela?, pues por que era ni más ni menos el lugar en donde Michael Jackson allá por 1995 grabó el videoclip "They don't care about us". Para un fan como yo haber estado en Río de Janeiro y no haberlo visitado...¡hubiera sido catastrófico!. El lugar contaba además con una estatua de bronce que, a modo de homenaje presidía un gran balcón-mirador.

Una señora nos invitó amablemente a entrar a su humilde casa, transformada totalmente en un templo de la jacksonmanía y dedicado exclusivamente a los escasos visitantes de la favela. En ella había una pantalla en la que se reproducía el videoclip. ¡Lo tengo ya muy visto señora!.


Después de que un local un tanto intoxicado me llamara la atención por haber fotografiado su casa nos dirigimos al pie de la montaña. La visita había sido muy interesante, ¡hemos sobrevivido!, pensé. 
El guía me acompañó hasta la boca de metro y me recordó la dirección que debía tomar para volver al hotel. ¡Gracias por todo Javier!.
Ya en la zona de Copacabana y después de almorzar me decidí a comprar un pase para Corcovado y el Cristo Redentor, mi próxima parada.
La furgoneta serpenteaba y ascendía por por una estrechísima carretera de penosas condiciones entre casas primero y rodeados de una frondosa vegetación después. El día se había puesto feo y la lluvia empezó a caer, ni la cima ni la panorámica de la ciudad se divisaban con claridad, ¡menudo día!. 
Ya en la cumbre, a 710 metros sobre el nivel del mar y nada más bajarme del auto decidí comprarme un buzo de plástico para protegerme del agua.
¡Allí estaba!, el famoso Cristo Redentor, símbolo de Río de Janeiro y del país entero, ¡una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno!.
De 30 metros de altura, simboliza a Jesús de Nazaret con los brazos abiertos y se tardó más de cinco años en construirlo. Debo decir que sí, que es enorme y todo un clásico pero lo mejor de la visita sin duda son las vistas sobre la ciudad. En un día claro tiene que ser realmente espectacular.
De vuelta a la ciudad y antes de retornar al hotel a hacer las maletas visité la Pedra do Arpoador, una enorme roca entre las playas de Copacabana y Ipanema desde la cual se tiene una preciosa panorámica de ambas. ¡Unas fotos preciosas!.
Las visitas habían terminado y con ello un viaje único; un viaje en el que había conocido dos países interesantísimos, dos ciudades muy diferentes y unos paisajes dignos de quedarse boquiabierto. Pese a todo, fue la primera vez que tuve la mente más en España que en el lugar donde me encontraba...¿por qué sería?. ¡Hasta pronto!.

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