jueves, 7 de julio de 2016

Iguazú (día 6)

Octavo día desde mi salida de Bilbao y cuarto avión al que me iba a subir. Ésta vez me esperaba un trayecto El Calafate-Puerto Iguazú con escala técnica en Buenos Aires, ¡menuda paliza!.
Tras ducharme, desayunar y preparar la maleta híce el check-out del hotel y decidí salir a dar una vuelta. La furgoneta que me llevaría al aeropuerto no pasaría por el hotel hasta las 13:00 y tendría que hacer tiempo.
Después de un pequeño paseo por el pueblo y de un par de cafés apareció el auto y enseguida pusimos rumbo al pequeñísimo y coqueto Aeropuerto Internacional Comandante Armando Tola (FTE).
A continuación de pasar el pertinente control de seguridad y de almorzar un bocadillo salió puntual el vuelo 1821 de Aerolíneas Argentinas con destino Buenos Aires.
Posteriormente a las tres horas y media de vuelo y ya en el aeropuerto porteño me dispuse a caminar tranquilamente por la terminal buscando el vuelo de conexión a Puerto Iguazú. ¡Ningún problema!, enseguida fiché mi puerta de embarque, todo en hora y correcto.
Como en el aeropuerto había wi-fi decidí hablar un rato con los míos vía Skype. Minutos mas tarde estaba haciendo cola para embarcar pero...¡enseguida me percaté de que algo no iba bien!, el vuelo se estaba retrasando más de lo debido. La gente preguntaba con desesperación a los asistentes del vuelo sin que éstos dieran información detallada de lo que ocurría, tampoco de si el vuelo saldría próximamente tras la demora. Nuestras sospechas se confirmaron al rato.
Una mujer anunció por la megafonía del aeropuerto que el vuelo quedaba cancelado debido a extremas condiciones meteorológicas en destino. ¡Bien!, ¿y ahora?. Es cierto que, (por suerte) había cogido muchos vuelos a lo largo de mi vida pero...¡jamás se me había cancelado ninguno!. 
Los cientos de pasajeros del vuelo fuimos a todo correr hacia una de las ventanillas de reclamación en la cual nos dieron todo tipo de información acerca de donde recoger nuestro equipaje facturado, en qué vuelo nos recolocarían y el hotel en el que pasaríamos la noche. Todo, por supuesto a cargo de la aerolínea.
Mi mayor preocupación desde ese momento fue mi visita de las Cataratas de Iguazú que tenía programada para el día siguiente, ¿tendría tiempo de verlas?. Sólo iba a pasar dos noches en Iguazú y con éste contratiempo se ponía todo realmente patas arriba. ¡Mi visita a las cataratas corría serio peligro!.
Ya en el hotel designado por la aerolínea, situado en pleno centro de Buenos Aires y debo decir, mejor que el anterior en el que estuve llamé a la minorista para explicarles la situación y pedirles que hagan todo lo posible para que la visita se realizara. Respondió una chica muy profesional conocedora de la situación que me tranquilizó; me dijo que la visita a las Cataratas de Iguazú de lado argentino se realizaría de manera express a mi llegada y que la visita de lado brasileño sería justo antes de tomar mi vuelo a Rio de Janeiro. ¡Solucionado!, ¡por fin!.
No me quiero ni imaginar lo que hubiera sido estar en Iguazú y no ver una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, ¡hubiese sido desastroso!.
01:30 de la madrugada, tras un día muy largo, duro y estresante me tumbé en la cama y cerré los ojos. En pocas horas comenzaría otro día movido, amenizado eso sí, con la breve visita de uno de los conjuntos naturales más espectaculares del planeta.

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