martes, 3 de noviembre de 2015

Ciudad de México (día 2)

Después de recuperar algunas fuerzas y de un suculento y picante desayuno, sí, picante desayuno, me vino a buscar la misma furgoneta del día anterior. En el interior esperaban ya una pareja de argentinos que me acompañarían en la primera visita de la ciudad. Ni más ni menos que el Museo Nacional de Antropología.
Es uno de los recintos museográficos más importantes de México y de América Latina. La colección está conformada por numerosas piezas arqueológicas y etnográficas provenientes de todo México. Entre las piezas más emblemáticas de la colección destaca la Piedra del Sol, el comunmente e incorrectamente llamado Calendario Azteca. No soy el mayor admirador de museos del mundo pero éste me pareció bastante interesante. De ahí pusimos rumbo al centro de la ciudad, el Palacio Nacional era nuestro siguiente destino.
Su construcción se inició en 1522 como segunda residencia privada de Hernán Cortés sobre parte del palacio de Moctezuma. Más tarde fue adquirido por la corona y destinado a ser sede del Virrey de la Nueva España. Consumada la independencia de México fue sede de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de los diferentes regímenes hasta nuestros días. En el interior se encuentran los famosos murales de Diego Rivera donde destaca entre los demás "Epopeya del pueblo mexicano". Me gustó.
Las visitas en grupo habían terminado así que, después de una sabrosa comida (y picante) en la típica tasca mexicana cerca del hotel, me dirigí a visitar el Monumento a la Revolución.
Es un mausoleo dedicado a la conmemoración de la revolución mexicana. Situado en la Plaza de la República, una plaza flanqueada a ambos lados por placas con el nombre y banderas de cada estado mexicano. De ahí puse rumbo al Paseo de la Reforma, la avenida más importante y emblemática de la Ciudad de México.
En su recorrido se ubican monumentos tan esenciales como el Ángel de la Independencia, símbolo de la ciudad. A su vez, la avenida hace de centro financiero incluyendo algunos de los rascacielos más altos de la ciudad como la Torre BBVA Bancomer y la Torre Reforma.
Caminando y caminando dí con el Bosque de Chapulpetec, uno de los mayores parques urbanos del mundo, con una superficie de 678 hectáreas. En él se encuentran entre otros atractivos el Castillo de Chapulpetec, único castillo real en América o el Altar a la Patria. ¡Interesante!.
Más tarde divisé el famoso Palacio de Bellas Artes, máxima expresión de la cultura, teatro lírico y el centro más importante del país dedicado a todas las manifestaciones de las bellas artes. ¡Un edificio precioso!.
A continuación y por último, caminando entre casas de estilo colonial español me dirigí a la Plaza de la Constitución o El Zócalo de la Ciudad de México, la plaza principal de la ciudad. Ocupa una superficie de 46.800 m2 lo que la convierte en una de las más grandes del mundo. Se encuentra en el lugar donde los aztecas erigieron la gran pirámide central de Tenochtitlán y es el corazón de la considerada ciudad más grande del mundo. Alberga además importantes edificios religiosos y administrativos como la Catedral Metropolitana entre otros.
Ya de vuelta al hotel, callejeando en un ambientado centro histórico de la ciudad contemplé la, para mí, horrible Torre Latinoamericana, un rascacielos erigido en los años cincuenta y con el único interés de que durante mucho tiempo fue el único rascacielos construido en zona de alto riesgo sísmico. Horrenda pero, todo un icono.
Debo decir que no esperaba grandes maravillas de esta ciudad, de hecho, turísticamente hablando no es demasiado visitada pero tiene algo, como la mayoría, que te hace enamorarte de ella, sobretodo de su centro histórico, ambientado y que huele a historia por todos lados. ¡La recomiendo!.
Ya en el hotel después de una cena algo más "occidental" y una reconfortadora ducha me dormí. Al día siguiente tocaba visitar uno de los platos fuertes del viaje...

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