jueves, 12 de febrero de 2015

Shanghai (día 6)

En mi último día en China iba a estar solo, no había guía, no tenía visitas programadas. Solo yo y esa inmensa urbe, la segunda ciudad más poblada del mundo ante mí.
A las doce del mediodía debía abandonar la habitación, así que sin mucha prisa empecé a preparar la maleta. Tranquilamente me duché, bajé a desayunar y abandoné la habitación. -¿Y ahora?.
El coche que me trasladaría al aeropuerto no venía hasta las ocho de la tarde, así que tenía prácticamente un día entero para mí. Dejé la maleta en recepción.
Decidí, por supuesto, coger el metro y irme al centro, debía hacer tiempo. "Como Pedro por su casa", así me sentía por la ciudad, era enorme sí, pero fácil (creo) para moverse por ella. Fui a darme un último paseo por el Bund, observando a toda esa gente, turistas, hogareños, parejas recién casadas...hacia buen tiempo, ¡calor!, nada que ver con el frío intenso de Beijing.
Paseando y paseando dí con People's Square, el centro administrativo de Shanghai. 
En el centro de la plaza, el Shanghai Museum, diseñado a imagen de un antiguo ding (vaso ritual de tres patas) de bronce. Me senté allí, al sol observando a los niños corretear junto a sus padres o abuelos, ¡se estaba bien! 
En el otro extremo de la plaza, el Shanghai Grand Theater, inaugurado en 1998 y con una superficie de 11.528 m2. Allí o se hace a lo grande o no merece la pena ni pensar en ello.
Tras visitar de nuevo un McDonald's y degustar mi Cheesburguer, paseando por East Nanjing Road, la calle peatonal por excelencia de la ciudad fui sorprendido por dos chicas jóvenes, más o menos de mi edad. -¿De dónde eres? -De España. -Nosotras estudiamos español, -¿te importa que practiquemos juntos en una cafetería mientras tomamos algo?.
Según escuché eso, en inglés, claro, me vino a la cabeza uno de los timos a los que suelen someter a turistas occidentales en Shanghai. Había leído sobre ellos así que mi respuesta fue rápida.
-No, lo siento, debo irme a mi hotel. Tenía entendido que les hacen ir a cafeterías y dejarles un pufo importante. -Conmigo no lo van a conseguir, pensé.
Tras una buena caminata decidí volver al hotel, me sentaría en recepción y leería un rato. Mi sorpresa fue cuando me senté, sin saberlo, en el sofá del bar del hotel.
Una camarera me trajo la carta. Ginebras, whiskys, cócteles...¿por qué no? pedí una copa de Bombay Sapphire con refresco de naranja. "Axel, contrólate, a ver si vas a hacer un Melendi". 
Me vino bien, me relajó. 
Al poco tiempo apareció el chófer, el mismo que casi me abre la cabeza. El trayecto al aeropuerto duró más de una hora, contemplando desde el coche lucecitas y lucecitas de todos los bloques de edificios de la ciudad. Era bonito.
Mi viaje a China había acabado, me esperaban quince horas en total de trayecto hasta España, pero estaba contento. Había conocido otro continente, otra cultura y dos grandes ciudades, preciosas y muy distintas entre sí. 
Además me llevé por delante unas cuantas amistades; sin duda, lo mejor.

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