lunes, 9 de febrero de 2015

Beijing (día 3)

Tras el mismo ritual de un gran desayuno y "robar" unos cuantos palillos de las mesas nos disponíamos a visitar la Gran Muralla China.
Subimos al mini-bus y nos pusimos en camino rumbo a las montañas. La ciudad parecía no acabar, más de una hora de viaje y sólo los bloques de edificios empezaron a escasear a quince minutos de llegar. Allí estaba, como una postal, serpenteando las colinas. Al bajar del autobús y rebuscando en la mochila llegó la mala noticia. -¡Mis guantes!, los había olvidado y justo el peor día posible. Con un frío acuchillante como nunca he pasado y un viento que no hacía sino aumentar la sensación. Mis manos sufrieron, mucho.
Con una longitud total de 8.851 kilometros la Gran Muralla se erige como una de las "Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno". El tramo de Badaling, el que visitamos, data de la dinastía Ming (1368-1644) y fue restaurada entre las décadas de 1950 y 1980.
Sólo cuatro o cinco personas de nuestro grupo subimos hasta lo más alto del tramo, precedido, en ocasiones por rampas tan empinadas que casi tenías que escalar. Fue agotador pero bien mereció la pena. Me encantó y lo disfruté al máximo pese al frío. ¡Una auténtica pasada!. 
Ya a la bajada, y antes del almuerzo compré una medalla grabada con mi nombre y fecha donde reflejaba "yo caminé por la Gran Muralla". 
Tras una comida menos abundante de lo que pedía el cuerpo tras el gran esfuerzo realizado pusimos rumbo a las Tumbas Ming donde yacen 13 de los 16 emperadores de dicha dinastía. Cruzando el fascinante Camino de los Espíritus y flanqueado por estatuas de piedra de animales y funcionarios de la corte. 
Un anciano caminando hacia atrás y cantando a toda voz hizo que soltáramos alguna que otra carcajada, aunque es una práctica bastante común en China nos fue inevitable. ¡Curioso!
De vuelta en la capital, parada obligatoria. Panorámica de la Villa Olímpica, el Estadio Nacional Nido de Pájaro y el Centro Nacional de Natación Cubo de Agua. Una breve visita para observar la increíble arquitectura del complejo de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, ¡espectacular!.
Después nos dirigimos al Mercado de la Seda, toda una leyenda en Pekín y perfecto para el regateo. 
Por la noche, pusimos rumbo a un restaurante típico llamado Seafood Garden para degustar, entre otras cosas el famoso pato laqueado. El restaurante era muy elegante, con una decoración exquisita. Lo mismo, mesa redonda giratoria, varios platos y el pato como estrella, que, estando rico, a mi ver un poco frío. ¡Cenamos bien y lo pasamos mejor!
Para finalizar el día nada mejor que una ducha calentita, una gran capa de crema en las manos y ponerse al día con familia y amigos aprovechando el wi-fi del hotel.

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