lunes, 9 de febrero de 2015

Beijing (día 1)


"Los edificios históricos albergan maravillas milenarias ante una población que se divide entre los nostálgicos de Mao y los jóvenes abiertos a Occidente".

Y llegó el domingo 1 de Febrero. Un vuelo de cuatro horas Bilbao-Estambul era el punto de partida de un viaje único y muy esperado por mí.
El granizo golpeaba mi ventanilla del "pequeño" Airbus A319-100. Nervioso, no dudé en cojer el pastelito con el que Turkish Airlanes obsequia a sus clientes.
Ya sobrepasado el muro de nubes, las azafatas nos repartieron el menú. Un kebab me recordó que volaba con una compañía turca. Me acordé de cierta persona. 
Al aproximarnos a Estambul el avión empezaba a moverse, ¡turbulencias!. Estuvimos quince minutos dando vueltas encima de la ciudad, lo suficiente para, en un rápido vistazo, ojear Santa Sofía y sus famosos minaretes. ¡El primer monumento que iba a ver del viaje no era chino!. Conseguimos aterrizar.
Buscando en el panel del Aeropuerto Internacional Atatürk las salidas me doy cuenta de que se a retrasado una hora mi vuelo a Beijing. No habia empezado todo lo bien que desearía, pero en fin, así son los viajes, me lo tomé con filosofía y un café o dos.
Ya en el avión, un impresionante Boeing 777-300ER, el mejor en el que he volado. Películas, series, televisión en directo, videojuegos, wi-fi (que no funcionaba) todo diseñado absolutamente para que los vuelos largos, como el mío, de once horas, se hagan lo más ameno posible. Lo consiguieron.
A la llegada al Aeropuerto Internacional de Pekín-Capital, sellado el visado y recogida mi maleta me esperaba Sara (así se hacia llamar) la guía turística en Beijing. Me condujo hasta un grupo de recién llegados, como yo. Familias venidas desde Chile o Uruguay que me acompañarían durante mi estancia en China. ¡Parecían majos!.
Nos subimos en un mini-bus dirección al hotel. Enseguida noté el intenso y seco frío y el enorme tamaño de la ciudad. Tardamos más de una hora, casi dos, en llegar. Coches, coches, motos y más coches...¡un caos!.
Ya en el hotel, una galleta de chocolate estilo Chips Ahoy!, la curiosa bienvenida y símbolo de los hoteles Hilton. Estaba calentita, como recién orneada, ¡cojonuda!. Aún con migas en las manos abrí la puerta de mi habitación.
¡Qué habitación! lujosa a más no poder, y con unas vistas privilegiadas además de una cama de matrimonio entera para mí. Lo mejor, el wi-fi libre del lobby llegaba hasta allí. Ordené un poco la maleta, me puse cómodo y bajé a cenar. Un McDonald's que había visto desde lo alto en mi habitación. -Para empezar, algo fácil me dije.
No me fue demasiado complicado entenderme con el chico que atendía, también es verdad que es un idioma universal. -¡Doble Cheesburguer! Me senté en una larga mesa y mientras incaba el diente contemplaba a todas las personas y su extraño lenguaje...¡sobreviviré! pensé.
Saliendo del restaurante cruzando la calle hacia mi hotel y con cuidado de no ser atropellado empezaron a caerme copos de nieve.
-¡Creo que me voy a congelar aquí!, nada más lejos de la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario