miércoles, 11 de febrero de 2015

Shanghai (día 5)

A la hora de prepararme para mi primer día en Shanghai me doy cuenta de que me he dejado la gomina en el hotel de Beijing. ¡maldita sea!, a partir de ese momento saldría con cara de empanado en todas las fotos...¡en fin!
Así como la habitación del hotel de Shanghai era aún más lujosa que la de Beijing, el desayuno no lo era tanto. Eché en falta unas magdalenas de chocolate que fueron mi perdición en la capital.
A las diez de la mañana me esperaba Luciana en el lobby. Salimos fuera y allí estaba esperando el chófer al que yo ya había cogido algo de tirria el día anterior. -¡Menos mal que se quedaba en el coche! pensé.
Primera visita, ni más ni menos que el Templo del Buda de Jade, rodeado de altos bloques de viviendas representa uno de los contados monasterios budistas en activo en Shanghai. Su mayor reclamo es un Buda echo en una sola pieza en jade y traído por un monje desde Myanmar (Birmania), pasando por el Tíbet.
Me gustó, era curioso ver un edificio así en medio de la gran selva de edificios en altura de Shanghai.
A continuación visitamos una fábrica de seda natural, conociendo además el completo proceso de elaboración. Siguiente parada ni más ni menos que el Bund, el símbolo del Shanghai colonial, punto de comercio febril donde se ganaban y perdían grandes fortunas. El Wall St de oriente.
Justo en la orilla opuesta del Río Yangtsé, el más largo de China y el tercero del mundo, el Pudong, en apenas 20 años, este distrito a pasado de ser un campo cenagoso a convertirse en el motor económico del país, un lugar donde trenes Maglev se deslizan velozmente entre un universo de rascacielos.
He de decir que las vistas del skyline del Pudong, unas de las más reconocidas del mundo es impresionante, nada que envidiar a Nueva York y su portentoso Manhattan. También se me hizo rara la sensación de pasear junto a la guía, por si no lo e dicho era bastante guapa.
Después nos dirigimos a almorzar; me llevaron a un hotel y consistía básicamente en un buffet libre en el cual una sopa me dio dolor de cabeza. ¡No encontré una cuchara en todo el restaurante! Nada, ni haciéndole gestos al camarero. Ahí se quedó.
Por la tarde fuimos a visitar el Jardín Yuyuan y Bazar, el principal punto de interés de la ciudad, con razón.
Se trata de un jardín con estancias sombreadas, pabellones, lagunas llenas de carpas y pinos. ¡Precioso!.
También aproveché para hacer las últimas compras en el Bazar, lo mítico, llaveros, camisetas...¡incluso un gato dorado de la suerte! 
Las visitas guiadas en Shanghai habían acabado así que me preguntaron si me llevaban al hotel. -¿Hotel? ¡no!, les dije que me dejaran en el Pudong y allí fuimos.
-¿Sabrás volver luego al hotel? -Ningún problema. Di una propina a la guía por su profesionalidad y interés en ayudarme con las fotos y me dirigí a subir al mirador más alto del mundo. En lo alto, en el piso 100 del Shanghai World Financial Center (492m) todo parece más pequeño, incluso la Jin Mao Tower (420m) y la Orient Pearl Tower (467m), símbolo de la China moderna.
Éste mismo año se inaugurará la ya acabada Shanghai Tower (632m), el segundo edificio más alto del mundo. 
¡Impresionantes!, ¡todos!.
En fin, tenía que coger el metro hasta el hotel. La red de metro de Shanghai es la más extensa del mundo, aún así tenías que meter tripa y ser, incluso, algo descarado para no perder el vagón.
A la llegada, busqué un sitio para cenar y encontré un centro comercial subterráneo bajo el hotel. Un Subway fue mi elección, me apetecía algo occidental. Me lo subí a la habitación, cené, me duché y me dormí como un bebé.
Disfruté este primer día en la ciudad.

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