viernes, 12 de diciembre de 2014

Los Ángeles (día 5)

Mi último día en Los Ángeles me lo tomé con más calma, ya había visto todo lo que realmente deseaba.
Hacía buen tiempo, ¡calor! así que decidí coger el coche y presentarme en Santa Mónica. Un trayecto cómodo de unos quince minutos. Encontré de casualidad un aparcamiento justo en la entrada del 100 Wilshere Avenue en Ocean Avenue, el edificio más alto de Santa Mónica que le da ese famoso toque al skyline de la ciudad.
Me dirigí al Santa Mónica Pier, el famoso muelle dónde se encuentra la noria y la montaña rusa.
No sé si sabréis que la mítica Route 66 por la que tuve la suerte de conducir el último tramo desde Los Ángeles termina aquí. No deja de ser algo curioso el ver un puesto de madera en pleno muelle donde te dan sellado el diploma que demuestra que has recorrido los casi 4.000 kilómetros.
De ahí, después de comprar unos recuerdos bajé a la playa. ¡Santa Monica Beach!, ¡la de Los vigilantes de la playa!, me quité las zapatillas y me puse las sandalias. Mojé los pies en las aguas del Oceano Pacífico, estaba fresquita, en cuanto una ola algo más agresiva me mojó todo el pantalón decidí no tentar más a la suerte.
Una mañana estupenda, pero aún me quedaba algo por hacer. ¡Tenía que llenar el depósito del coche!. Eso fue toda una aventura. Las gasolineras de allí no son como las de aquí, ni el método de pago. Me llevó casi diez minutos y suplicarle a la dependienta que me lo echara ella, no había manera. En fin, lo mejor de todo que llené el depósito con 36$, y estaba vacío, doy fe. ¡Eso aquí es impensable!.
Llevé el coche de vuelta a la oficina Avis. Todo correcto, ni un rasguño. Comí y me dirigí al hotel a organizar un poco la maleta.
Por la tarde decidí volverme a acercar a Hollywood Boulevard, unas compras de última hora. Cuatro estatuillas de los Oscars, camisetas, llaveros y...¡hasta salsas picantes! las cuales al día siguiente me quitaría un policia en el detector de metales del aeropuerto. También aproveché para ver el colegio donde había estudiado Michael Jackson de pequeño, el Gardner Street Elementary School, con su auditorio en primer plano. ¡Interesante!.
Michael Jackson en la inauguración del auditorio en 1989
Me esperaba otro duro trayecto Los Ángeles-Madrid. Se me agotaban las horas en el "Estado Dorado" pero estaba contento, radiante. Todo, absolutamente todo había salido mejor de lo que podía esperar en mis mejores pensamientos. Nunca he sentido una sensación de libertad tan grande como el estar allí solo durante casi una semana. Además había conocido una ciudad ENORME, una región preciosa pero, sobretodo...¡Cumplí uno de mis sueños!
Ya en el avión meditaba sobre mi próximo destino. ¡China, allá voy!.

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