jueves, 11 de diciembre de 2014

Los Ángeles (día 4)

En mi cuarto día también iba a necesitar del coche. Ésta vez desayuné en el Grand Central Market que tenía a escasos metros del hotel. Un café bien caliente y un bollo de chocolate que me supo a gloria, después pedí otro.
Monté en el coche, metí la nueva dirección de destino en el GPS y me dirigí a Glendale, una ciudad dentro del Gran Los Ángeles.
No fue muy largo el trayecto, en veinte minutos estaba cruzando ya las puertas de metal del Forest Lawn Memorial Park, las cuales son las más altas del mundo.
Un cementerio en el cual se celebran bodas y comuniones, nada mejor para describir donde me encontraba. Estatuas de mármol, arboles centenarios...
En el centro del recinto se encuentra el Gran Mausoleo, en el cual reposan los restos de Michael Jackson, parada obligatoria, nunca he estado tan cerca de él como en ese momento.
Después de presentarle mis respetos conduje hasta Beverly Hills. Aparqué en un costado de la carretera y mi coche desentonaba entre tanta alta gama. Me llevó un rato saber cómo funcionaba el parquímetro. Andando y andando dí con Rodeo Drive, el corazón del pijoteo y gente adinerada de todo el mundo. ¡Menudas tiendas!.
Como veía que no me llegaba el dinero para comprar nada volví al coche dirección Bel-Air, ahora atravesaba inmensas avenidas con palmeras de seis o siete metros de altura. Empezaba a ver las mansiones a un lado y otro de la carretera pero a mi solo me interesaba una de ellas, propiedad de Sean Connery, la casa donde murió el Rey del Pop.
Aún por la mañana me dio tiempo de visitar otra casa, ésta vez, la primera casa de la familia Jackson en Los Ángeles. Cruzando Sunset Boulevard giré a la izquierda, subiendo, girando y volviendo a subír entre mansiones. Al final estaba allí, presidiendo una pequeña plaza, me sentí como un paparazzi con mi cámara y el trípode. No dudé ni un momento en tocar esa farola como años antes hiciera un jovencisimo Michael.
Tras casi comerme un coche bajando por esas calles decidí volver al hotel. Aparqué el coche, comí y me eché una siesta. ¡Dios!, ¡qué bien me sentó!.
Ya por la tarde, cogí el metro por primera vez en la ciudad, bastante mejor preparado de lo que apuntaban las webs y guías de viajes.
¡Bienvenido a Hollywood! Una larguísima calle llena de estrellas en el suelo con el nombre de artistas, Tom Hanks, Harrison Ford, Jim Carrey...mis favoritos estaban allí. Porsupuesto también Michael Jackson.
No es que me decepcionara el Paseo de la Fama pero, aparte de las estrellas y de dos o tres teatros no tenía nada interesante, mucha tienda de souvenirs y algún que otro club de streptease. ¡Eso sí!, ¡el lugar con más ambiente de toda la ciudad sin duda!. ¿Y el Dolby Theatre?, parece más un centro comercial que otra cosa. 
Curiosamente justo antes de meterme en la boca del metro de vuelta al hotel, un espectáculo callejero; un chico haciendo el moonwalk mientras sonaba a todo volúmen Billie Jean. Nada más adecuado en ese momento. 
Ya en el hotel, cansado a más no poder, la cena. Un café y una caja entera de donuts que me había comprado horas antes en un supermercado. ¡Un día duro y...perfecto!.

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