miércoles, 9 de marzo de 2016

Copenhague (día 2)

07:00 a.m., a ritmo de "Billie Jean" mi móvil nos recordaba que era el momento de prepararse y hacer eso que tanto nos gustaba. Después de una ducha estimulante bajamos al salón-buffet para desayunar. Un café, un par de bollos y un zumo de naranja, pero...¿dónde están los zumos?. Una tablet último modelo de Apple situada junto a un grifo nos recordó que estábamos en uno de los países más punteros en cuanto a tecnología y modernidad. ¡Increíble!, posar el vaso, pulsar el botón asignado al sabor deseado y el líquido fluía. ¡Contra esto no se puede luchar!, exclamamos entre risas.
Con las barrigas llenas nos dispusimos a coger el metro dirección Østerport, la zona norte de la ciudad por la cual habíamos decidido empezar el itinerario. ¿Primera parada?, el Kastellet, la ciudadela de Copenhague que es, además, una de las mejores conservadas de Europa. 
En su parte central a la que accedes a través de un puente de madera se encuentran varios edificios militares antiguos, residencias e incluso un molino, ¡muy bonito!.
Desde lo alto del corazón de la colina divisamos el Mar Báltico y las altas grúas del puerto de la ciudad, lo que nos daba una idea de hacia dónde dirigirnos en nuestra siguiente visita. En pocos minutos estábamos ahí, junto al símbolo de Copenhague. Una pequeña estatua con forma de sirena que, pese a su sencillez consigue cautivarte. ¡Además estábamos completamente solos!, lo que ayudaba a que fuera un momento aún más especial. ¡Mejor y más grande de lo que esperábamos!.
Cerca de allí se encuentra la Fuente Gefion, inspirada en la legendaria diosa Gefjun de la mitología nórdica y la Iglesia de Alban, la cual presenta una arquitectura neogótica única en la zona.
Caminando a través de la rivera del mar y adentrándonos cada vez más en el centro de la ciudad observamos el impresionante edificio de la Ópera, uno de los teatros más modernos del mundo. ¡Me gustó mucho su diseño!.
Justo enfrente y casi desafiándose el uno al otro se encuentra el Amalienborg Slot, sede de la familia real danesa y compuesto por un complejo de cuatro grandes edificios. Los soldados de la guardia real, muy al estilo inglés, paseaban por la plaza central acostumbrados a la mirada curiosa de los turistas.
Un poco más adelante asomaba ya Frederiks Kirke, más conocida como la Iglesia de Mármol. Se trata de un templo luterano inspirado en la Basílica de San Pedro y que posee la cúpula más grande de toda Escandinavia.
A continuación nos esperaba otro de los platos fuertes de la ciudad. Próximo se encontraba Nyhavn, uno de los puntos más fotografiados de la capital y de toda Dinamarca. Se trata de un pequeño canal con casas de baja altura de diferentes colores, restaurantes, cafeterías y barcos de madera que le dan un toque muy propio y pintoresco. En este punto además apareció el sol por primera vez en todo el viaje, calentar no calentaba pero las fotos quedarían mejor.
A lo largo del paseo vimos que había una escalera por la cuál podíamos acceder al mirador de un barco que parecía estar vacío. -¡Desde ahí debe de haber unas vistas preciosas!. Armados de valor decidimos hacer de las nuestras y colarnos, -¡corre!, ¡corre!. Desde ese momento nos hicimos llamar "Fotógrafos sin fronteras" entre risas. ¡Mereció la pena!.
Dejando atrás el mar nos encaminamos hacia el bullicio de la ciudad dirección Rosenborg Slot, casa de campo de uso veraniego y residencia real danesa. Llegamos antes de lo que pensábamos, lo que nos confirmó el discreto tamaño de Copenhague, ¡realmente puedes ir andando tranquilamente de un lugar al otro!.
Aún pronto para comer determinamos visitar Christiania, al otro lado del puerto de la ciudad. Se trata de un barrio parcialmente autogobernado lleno de vagabundos y hippies y un tanto deprimente. Se estableció con un estatus semilegal de comunidad de vecinos que se autoproclama independiente del Estado danés. ¡Un pedazo de pobreza y dejadez en medio de la perfecta y cool capital!, interesante almenos.
Deseosos de descansar un rato y atiborrarnos de energía partimos a buscar un restaurante. ¡Sí, un restaurante!, nos lo merecíamos después de la caminata mañanera. Situado en Strøget, un restaurante italiano bastante elegante llamado Le Diamant fue nuestra elección. Un par de lasagnas, una buena cerveza y una mejor conversación, ¡no como nuestra pareja de al lado!. Ni una palabra en toda la comida.
Saturados de fuerzas salimos en dirección Christiansborg Slot, sede del parlamento danés. Es el único edificio del mundo que alberga las tres ramas de gobierno de un país, poder ejecutivo, legislativo y judicial. ¡Una gran particularidad!.
No muy lejos de allí se encuentra el Køvenhavns Rådhus, el Ayuntamiento de la ciudad. Con una fachada ricamente decorada y dominada por su enorme torre del reloj de 105 metros de altura, ¡casi nada!.
La última visita que nos quedaba era Rundetårn o la Torre Redonda. Ubicada en el centro de la ciudad y construida como observatorio astronómico. Se puede acceder a ella a través de una cuesta helicoidal que da siete vueltas y media antes de llegar a la parte más alta. Costó, pero una vez arriba las vistas son geniales.
A las 16:00 de la tarde la oscuridad se cernía sobre la ciudad y las visitas del día habían acabado. ¡Habíamos conseguido ver Copenhague antes de que anocheciera!, ¡qué cracks!. De vuelta al hotel, paseando dimos con la tienda oficial de Lego, marca danesa y orgullo de sus habitantes. Era gracioso ver en su interior enormes maquetas de edificios famosos del mundo; por supuesto también tenían su propio modelo de Nyhavn.
Ya en el hotel y después de quedarnos atontados tirados en la cama un largo rato decidimos ir a cenar algo rápido cerca del hotel, ¡que no nos cierren los establecimientos!. Había sido un primer día agotador pero Copenhague nos cautivó y habíamos descubierto que Giada y yo eramos unos excelentes compañeros. ¡Lo mejor estaba por venir!.
¡Dulces sueños!.

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