Después de desayunar y rehacer la maleta nos dirigimos al
aparcamiento donde ya esperaba el conductor. Hoy nos esperaba un largo viaje
hasta Jaipur en la región de Rajastán. 241 kilómetros en otras
cinco horas, amenizado, al menos por la visita a medio camino de Fatehpur
Sikri.
A la llegada al complejo, un autobús,
algo castigado por los años y lleno de gente nos subió a mí y a mis compañeros
por una gran cuesta hasta la misma puerta de entrada a la ciudad situada en una
colina.
Fatehpur Sikri fue una ciudad erigida
entre 1571 y 1585 y capital del Imperio Mogol durante 14 años. Se cree que tuvo
que ser abandonada por falta de agua resultando saqueada y robados muchos de
sus tesoros. Aún así me pareció quizás el complejo mejor conservado de todos
los que había visto hasta ahora. También ayudó, creo, el echo de que no es una
visita tan habitual dentro de los combinados turísticos.
Desde una de las terrazas se puede observar al fondo, un
alminar donde marca el punto en el cual está enterrado uno de los elefantes de
guerra preferidos del emperador. ¡Curioso!. Ya de camino, después de comer en
un precioso palacete digno de ver y de una breve parada para visitar un taller
textil gitano llegamos a Jaipur, "La
Ciudad Rosa". A primera vista parecía un poco más adinerada y mejor
preparada que Agra. El hotel, el cual nos habían cambiado me gustó. Algo más
moderno y con wi-fi; de pago sí, pero todo un detalle que no pasa desapercibido
en la India.
No sé si por la paliza del viaje, el extremo calor o las dos
cosas pero me empezó a doler la cabeza así que me tumbé un rato en la cama
antes de bajar a cenar. Al día siguiente teníamos programada una visita la cual
me hacía mucha ilusión. Veréis por que...
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