Al día siguiente, pese a no haber recuperado las fuerzas al
100% me sentí como nuevo. Como vi que la comida estaba siendo rica en general y
que me estaba alimentando bien no desayuné demasiado. Leche con cereales, un
zumo de piña y un yogurt. ¡Suficiente!.
El conductor, el cual nos caía muy bien a todos pese a no
hablar ni pizca de castellano ya esperaba fuera del hotel junto a su furgoneta.
Pusimos rumbo a Agra, en el estado de Uttar Pradesh. 210 kilómetros
en cinco horas. ¡Imaginad la calidad de las carreteras!.
La basta capital parecía no acabar. Me relajé y me puse el
iPod cuando de repente, parados en un semáforo el coche empezó a temblar. -¡Sí
que tiene el ralentí acelerado! pensé. El conductor encendió la radio, la puso
a todo volumen y exclamó: -Earthquake! Earthquake!. Acababa de vivir en persona
la réplica del terremoto con epicentro en Nepal un día antes y en el cual
murieron 83 personas. ¡Increíble!, menos mal que duró unos segundos y que quedó
en eso, en anécdota.
Durante el viaje a través de la Yamuna Expressway tuvimos
la oportunidad de divisar el famoso circuito de Fórmula 1 Buddh
Internacional Circuit situado en Jaypee Sports City, una enorme
ciudad dedicada únicamente a recintos deportivos.
No dejas de preguntarte qué sentido tienen esas increíbles
infraestructuras mientras la inmensa mayoria de población no tiene un pedazo de
pan que llevarse a la boca. Increíble.
Después de un largo viaje y asombrado por todo lo que me
rodeaba entramos en Agra. Si Nueva Delhi me dio la sensación de pobreza Agra
multiplicó esa sensación por diez. ¡En qué mundo vivímos!.
Nos dirigimos a hacer el check-in en el hotel de Agra, más
anticuado que el de la capital pero con un lujo increíble. ¡Agua limpia y
caliente!. Fue lo primero que fui a comprobar una vez en la habitación.
Después de comer nos esperaba el monumento más esperado para
todo aquel que visita la India, el Taj Mahal.
A la entrada al recinto tuvimos que dejar la furgoneta para
seguidamente subirnos a unos pequeños coches eléctricos que conducían hasta la
entrada del complejo. ¡La verdad nosé si conseguirán algo con eso!. También me
enteré de que no permitían el uso del trípode así que entre mis compañeros y yo
"contratamos" los servicios de un fotógrafo local.
El edificio es considerado el más bello ejemplo de arquitectura
mogola y fue nombrado una de Las Nuevas Siete Maravillas del Mundo
Moderno. Tengo que decír que es el edificio más bonito que he visto nunca.
Impresiona de verdad el entrar por el Darwaza, puerta de
acceso principal y verlo al fondo, brillando, con la cúpula en primer plano.
¡Lo hemos visto tantas veces en fotografías!.
¡Precioso! sin más.
El guía también nos contó ciertas curiosidades acerca del
edificio, como que los minaretes están inclinados unos grados para, en caso de
terremoto no caigan sobre el edificio principal. O que al otro lado de la
orilla del Rio Yamuna iban a construir otro mausoleo, éste de
mármol negro y unirlos por un puente. ¡Me encanta poder tener la oportunidad de
aprender éstas cosas!.
Una vez cerca del edificio te das cuenta de lo detalloso que
es en su ornamentación: relieves florales, caligrafía e incluso efectos
ópticos. ¡Espectacular!.
Realmente no miento si digo que merece la pena ir a la India
solo por el Taj Mahal, al igual que merece la pena solo ir a China por ver La
Gran Muralla. La fama viene por algo, está claro.
Aquella fue la única visita del día, pero no nos importó en
absoluto. Aún con horas de jet-lag en el cuerpo nos fuimos a descansar al
hotel.
Por la noche disfrutamos de una buena cena en The
Mughal Room con música tradicional en directo y vistas al Taj Mahal.
¡Y nada mejor para acabar el día!. ¡Una DUCHA de agua calentita!
¡Qué mal acostumbrados estamos!.
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